domingo, 19 de octubre de 2014

Vallina - Nospotentra

Participantes: Carlos Heras, Carlos Aranda, Camacho, Pilar, Ismael, Álvaro, Óscar, Víctor y el que escribe, Rubén


Después de realizar la travesía de la Azpilicueta - Reñada en la jornada del sábado, todavía nos levantamos el domingo con ganas de cueva pero con el tiempo justo ya que algunos tenían que volverse pronto a Madrid para ir a trabajar. Así que teníamos que elegir algo sencillo y rápido y de las opciones pedidas en el permiso, la única que cumplía los requisitos era la travesía  de Vallina-Nospotentra, así que a por ella fuimos.



Al llegar a la boca de entrada nos encontramos con una gran sala donde un camino nos conduce hasta un estrecho y curioso paso junto al cual divisamos un pequeño bidón, una lata y una esponja. Este paso suele estar sifonado y para pasar al otro lado se debe quitar el agua con el bidón. Nosotros tuvimos suerte y nos encontramos el paso sin agua, así que nos ahorramos fácilmente algo más de media hora.



Tras pasar este paso nos encontramos con la primera cuerda de la travesía, un pasamanos que da acceso a un pozo de 10 metros por el cual descenderemos a una gran galería, la galería Vallina que nos lleva dirección Este. 





Tras atravesar una zona de bloques, llegamos a una pequeña rampa. Descendiendo la misma, llegamos a la cabecera del pozo de 12 m e inmediatamente después al pozo de 18 m.

Una vez todos abajo , Aranda y yo nos encargamos de recuperar las cuerdas y meterlas en las sacas. A continuación tomamos la galería lineal de la unión hasta una rampa de arena, donde el resto del grupo  nos estaba esperando dado que necesitaban la cuerda para montar el último pozo de 13 metros que se encuentra tras una pequeña trepada



Después del pozo, echamos un ojo a la hora pensando que ya no nos quedaría mucho recorrido, y así se confirmaría poco después cuando nos encaramos hacia la salida por una gatera ascendente.




sábado, 18 de octubre de 2014

Azpilicueta - Reñada

Participantes: Carlos Heras, Carlos Aranda, Camacho, Rubén, Ismael, Álvaro, Óscar, Víctor y la que escribe, Pilar 


No sé si eran las ganas de poner el broche final al Sistema de la Vega realizando la única travesía que me quedaba por conocer, lo bien que me habían hablado de los impresionantes pozos de la Azpilicueta o la simpatía que me produce el nombre de esta sima, pero el caso es que llevaba mucho tiempo queriendo realizar la travesía y por unas cosas u otras, la mayoría de veces debido al tiempo, no llegaba el momento. Pero este año, ésta era una de mis propuestas como actividad anual del club así que desde principios del mismo mi principal objetivo era buscar una fecha. A finales de verano, los miembros del grupo Asodeka se habían puesto en contacto con nosotros para conocernos y tratar de realizar salidas comunes, así que lo vimos claro, qué mejor travesía en la que conocernos que la Azpilicueta-Reñada, travesía relativamente fácil, no muy larga y con la parte horizontal controlada, rápidamente buscamos una fecha y manos a la obra!

Llegó el ansiado día, y allí estábamos de nuevo cambiándonos de ropa y preparando el material al lado de la pequeña granja vacuna donde solemos dejar los coches, con su característica piscina de estiércol que desprende un olor indescriptiblemente horrible. Pero los espeleólogos somos fuertes, o eso dicen, y hasta nos echamos allí mismo un pinchillo de la rica tortilla de los compañeros de Asodeka. Ya preparados, pusimos rumbo a la sima Azpilicueta. Dos nuevos integrantes se habían añadido al grupo, un par de cachorrillos de la granja que no se separaron de nosotros en todo el camino.



La aproximación es dura no por la distancia sino por la gran pendiente que se convierte en trepadas en algunos puntos. Carlos se acordaba más o menos de donde estaba la sima, que ya es un logro después de casi 10 años, y finalmente tras hora y media de sufrido camino, llegamos a la boca. 


Éramos 9, demasiados para formar un único grupo ya que íbamos a ir lentos en la recuperación de las cuerdas y las esperas iban a ser muy largas, así que nos dividimos en dos grupos autónomos de 5 y 4 personas.

Y sin más demora Carlos entró en la sima como cabecilla del primer grupo. Después le seguiríamos yo, Camacho, Rubén y Aranda cerrando el grupo y tirando de cuerda. Fuimos bajando pozo tras pozo, sin problemas y disfrutando de la belleza de los mismos. 


En muchos puntos corría algo de agua, pero habíamos tenido mucha suerte, pues la sequía de los últimos meses había anulado prácticamente los aportes. 


En poco tiempo alcanzamos el gran pozo de 100 metros dividido en tres tiradas de cuerda. La última, con un volado que te sitúa en la Sala Ciega. 


Habíamos hecho la vertical en menos de dos horas, se nos había hecho muy corta.

Una vez terminada la vertical, esperamos un tiempo en la base del último pozo para reunirnos con el segundo grupo y continuar juntos. 


El siguiente paso era una gatera que te sitúa en un tubo descendente y estrecho, equipado con cuerda. 


Una vez dentro del mismo te das cuenta del duro trabajo de exploración llevado acabo allí dentro, pues no solo es incómodo de bajar sino que conforme lo bajas van apareciendo una veintena de agujeros por todos lados como si la pared se hubiera convertido en un queso Gruyère, sabiendo cuál elegir sólo por la continuación de la cuerda.

Superada esta pequeña dificultad sólo nos quedaba recorrer la parte horizontal de la Reñada, 


con sus amplias y cómodas galerías, 


su ya familiar callejón de la Sangre repleto de estalactitas rojas, 


el paso del Duck que pasamos sin problemas, el barrizal, el agujero soplador y finalmente la salida.


Espectacular travesía que sin duda habrá que repetir para revivir la sensación de descender su impresionante vertical. 

domingo, 5 de octubre de 2014

Sima Covanegra

Participantes: Carlos Heras, Carlos Aranda, Pilar y el que escribe, Rubén 


Esta vez no madrugamos mucho, cosa rara en nosotros y, después de desayunar tranquilamente, pusimos rumbo a Cubillos del Rojo donde se encuentra la Sima de Covanegra. 
Localizamos la pista que nos lleva a la población de Leva. Varias de las descripciones que teníamos nos hablaban de buscar un campo de molinos, pero decidimos dejar los coches en un cruce de caminos ya conocido por Carlos que se encuentra a escasos 10 minutos de la sima. El siguiente paso, preparar las sacas y cambiarnos de ropa, algo que iba a ser muy rápido ya que la mañana era fresca.



Una vez en la boca con sus impresionantes vistas, Carlos se lanza a instalar mientras Aranda, Pilar y yo le observamos desde el otro lado del pozo, a ver si aprendemos un poco.



La entrada a esta cueva es merecedora de ver y recordar, una bóveda y su volado que te deposita a la “Sala Niphargus”, donde te preguntas como se pudo desprender el bloque donde te sitúas.





Decidimos visitar el sector este de la cueva y para comenzar con “buen pie”, avanzamos por una galería en la que el techo baja de altura según progresamos. Sin embargo este mal se olvida al final de la galería cuando nos giramos sobre nosotros mismos y observamos la imagen de un gran rayo de luz entrando por la boca de la sima que nos permite observar la “Sala Niphargus” por completo.

Llegamos a la Sala de la rampa, donde realizamos las instalaciones pertinentes y continuamos la aventura por las bonitas gateras recubiertas de formaciones en forma de coral. Todo lo que hemos descendido nos toca ascenderlo mediante una cuerda instalada en fijo para llegar a la sala de la Gran Colada. 



Más adelante accedemos por una ventana  a una sala alargada que acaba en forma de balcón donde podemos divisar el museo de las figuritas de barro. 




Las coladas y las espectaculares formaciones en forma de coliflor aparecen por doquier. 







Llegamos a un estrecho paso entre columnas y pasado el mismo, con alguna pirueta de más, llegamos al final de la galería.



Llegados a este punto solo nos quedaba volver, desinstalando la cuerdas puestas y llevándonos el buen sabor de boca de esta sima, que impresiona no solo por su espectacular entrada sino por la cantidad de formaciones que alberga en su interior.


sábado, 4 de octubre de 2014

Cueva del Tobazo

Participantes: Carlos Heras, Carlos Aranda, Rubén y la que escribe, Pilar 


Desde hacía tiempo nos habían recomendado la visita a esta cueva que aunque se trata de una cavidad de poca dificultad técnica (hasta el primer sifón) posee una espectacular belleza, así que no dejamos pasar más tiempo. 

Salimos de Madrid/Azuqueca hacia Villaescusa de Ebro el mismo sábado, ya que la cueva no tiene desarrollo suficiente como para ocupar un día completo, salvo que nos equipemos con el equipo de buceo (que, aunque algunos ya hacemos nuestros pinitos en buceo, todavía es pronto para aplicarlo a la espeleología). Tras tres horas de viaje, con despiste de Tomton incluido, llegamos a la pradera donde dejaríamos los coches. El reloj marcaba las 11 de la mañana. 

Nos dirigimos hacia la conocida cascada del Tobazo, a pie de la cual aparece un sendero que sube hacia la parte superior de la misma donde se encuentra la boca, a una media hora de los coches aproximadamente. Aprovechamos una zona anterior a la cueva repleta de pequeñas cavidades para ponernos el neopreno y una vez preparados, nos sumergimos en el agua embalsada de la característica boca del Tobazo, a disfrutar!


Desde un principio la cueva te sorprende por la cantidad de agua y el color azul turquesa de la misma. 



Nos encontraremos unos primeros resaltes equipados con cuerda fijas y con escalones de hierro a modo de ferrata en los que no necesitamos aparatos verticales. 

Pasado un primer tramo un poco más enmarañado, 


las galerías se vuelven amplias y rectilíneas, alternando tramos a nado con tramos a pie.




Nos encontramos pocas pero impresionantes formaciones. 







Y tras pasar alguna zona más estrecha y otras zonas de galería con techo bajo llegamos al sifón I donde visualizamos el cable guía. 












Los dientes se nos pusieron largos, bucear esas aguas tan azules y cristalinas debe ser una pasada, quizá para un futuro no muy lejano...

No tardamos en darnos la vuelta hacia la salida, pues el agua helada empezaba a notarse a pesar de llevar el neopreno. Y en algo más de una hora volvimos a ver la luz del día. Una visita muy recomendable que sin duda volveremos a repetir.