domingo, 5 de octubre de 2014

Sima Covanegra

Participantes: Carlos Heras, Carlos Aranda, Pilar y el que escribe, Rubén 


Esta vez no madrugamos mucho, cosa rara en nosotros y, después de desayunar tranquilamente, pusimos rumbo a Cubillos del Rojo donde se encuentra la Sima de Covanegra. 
Localizamos la pista que nos lleva a la población de Leva. Varias de las descripciones que teníamos nos hablaban de buscar un campo de molinos, pero decidimos dejar los coches en un cruce de caminos ya conocido por Carlos que se encuentra a escasos 10 minutos de la sima. El siguiente paso, preparar las sacas y cambiarnos de ropa, algo que iba a ser muy rápido ya que la mañana era fresca.



Una vez en la boca con sus impresionantes vistas, Carlos se lanza a instalar mientras Aranda, Pilar y yo le observamos desde el otro lado del pozo, a ver si aprendemos un poco.



La entrada a esta cueva es merecedora de ver y recordar, una bóveda y su volado que te deposita a la “Sala Niphargus”, donde te preguntas como se pudo desprender el bloque donde te sitúas.





Decidimos visitar el sector este de la cueva y para comenzar con “buen pie”, avanzamos por una galería en la que el techo baja de altura según progresamos. Sin embargo este mal se olvida al final de la galería cuando nos giramos sobre nosotros mismos y observamos la imagen de un gran rayo de luz entrando por la boca de la sima que nos permite observar la “Sala Niphargus” por completo.

Llegamos a la Sala de la rampa, donde realizamos las instalaciones pertinentes y continuamos la aventura por las bonitas gateras recubiertas de formaciones en forma de coral. Todo lo que hemos descendido nos toca ascenderlo mediante una cuerda instalada en fijo para llegar a la sala de la Gran Colada. 



Más adelante accedemos por una ventana  a una sala alargada que acaba en forma de balcón donde podemos divisar el museo de las figuritas de barro. 




Las coladas y las espectaculares formaciones en forma de coliflor aparecen por doquier. 







Llegamos a un estrecho paso entre columnas y pasado el mismo, con alguna pirueta de más, llegamos al final de la galería.



Llegados a este punto solo nos quedaba volver, desinstalando la cuerdas puestas y llevándonos el buen sabor de boca de esta sima, que impresiona no solo por su espectacular entrada sino por la cantidad de formaciones que alberga en su interior.